Y como siempre digo, solemos no ser tan originales. Según este artículo, este es el top 10 de resoluciones de Año Nuevo de los norteamericanos, que es muy probable que se parezcan bastante a las del resto del mundo:
Seguramente tengas un par (o varias) de estas resoluciones de Año Nuevo en tu lista. Y es más: es muy probable que unas cuantas las hayas repetido a lo largo de los años, consecutivamente, sin haberlas concretado del todo jamás.
Y es que más del 50% de las resoluciones de Año Nuevo nunca se cumplen, según un estudio publicado en el Journal of Clinical Psychology.
¿Y entonces? ¿Qué herramientas tenemos para concretar nuestros sueños?
Seguí leyendo y te cuento.
El lenguaje tiene una capacidad generativa enorme, y las palabras en estos casos tienen que ser cuidadosamente seleccionadas. No, no da igual que uses cualquiera.
¿Qué te parece más concreto? ¿Propósitos/resoluciones o metas/objetivos? Si te pasa como a la mayoría de las personas, propósitos/resoluciones se relacionan más con deseos o sueños que con algo tangible y alcanzable.
¿Qué palabra te parece más realizable? Si objetivos o metas te resultan más concretas, usá una de esas. Serán entonces tus objetivos de Año Nuevo, en vez de tus propósitos de Año Nuevo. Pueden parecer lo mismo, pero la connotación que vos le das a cada palabra es muy importante porque así es como lo va a interpretar tu mente.
Esto aplica también para el enunciado que le das a cada objetivo. Usá palabras que para vos signifiquen algo concreto y realizable.
El lenguaje no es inocente y a través de él los humanos le damos forma a nuestra realidad. Elegí cada palabra cuidadosamente. Cuanto más específica y contundente, mejor la interpretará tu mente y mayores posibilidades tendrás de llegar donde querés estar.
Sí. A vos. A tí. A usted. Como prefieras que te llame.
El objetivo tiene que ser tuyo, tiene que estar conectado con lo que te interesa a vos intrínsecamente, con lo que esencialmente querés para vos.
Quizá bajar de peso pueda parecer un objetivo lógico, porque tu pareja te dice que lo necesitás. Pero si esto no es algo que vos profundamente querés para vos, si no lo sentís bien desde dentro tuyo como una necesidad, es muy probable que no suceda.
Tal vez pasar más tiempo con la familia sea el objetivo que por lógica tenés que cumplir. En esta época además aparecen todos esos videos que fomentan re-conectar con los seres queridos, y todos te emocionan, y sabés que estar con ellos te hace bien. Pero si tenés otras metas intrínsecas más poderosas que se superponen con esta, no va a servir de mucho que te lo pongas como objetivo porque no va a suceder.
¿Entendés adónde voy? Cuanto más intrínseco y más sentido sea tu objetivo, mejor. Cuanto más atado esté a una emoción concreta de cómo te hará sentir cuando hayas llegado allí, mejor. Cuanto más honesto seas con vos mismo y con lo que de verdad querés, mejor.
Porque como cuento en este artículo, cuanto más anclado esté un objetivo en una motivación interna tuya, mayores probabilidades tendrá de hacerse realidad. Y más gratificante será haberlo logrado.
Si estás pensando en setear 25 objetivos para el Año Nuevo, es muy probable que alcances muy pocos de esos. Poner demasiados objetivos marea a tu mente, que no sabe qué priorizar. Si todo es importante, si intenta procesar todo eso para resolver cómo alcanzarlos, tenés pocas probabilidades de éxito.
La función primordial de tu mente es resolver problemas. Está para eso. Procesa toda la información que tiene y que le llega y la compara contra las cosas que necesitás solucionar. Lo hace aunque no te des cuenta, lo hace hasta mientras dormís (seguro te pasó alguna vez que se te ocurrió cómo solucionar un problema mientras dormías). La mente funciona de una manera muy genial, pero si no le dejás claro qué tiene que priorizar, es posible que le dé la misma importancia a tus objetivos de Año Nuevo que a las compras del supermercado.
Elegí máximo entre 6 y 8 objetivos, y proyectate hacia el futuro para entender cómo te vas a sentir cuando lo hayas logrado. Si tus objetivos están bien definidos, son acotados en cantidad para que tu mente puede priorizar y además están anclados en emociones, es mucho más probable que los alcances.
Uno de los mayores errores en el seteo de objetivos es crearlos de una manera demasiado vaga. Y adiviná qué: si no es claro, tu mente lo deja a un costado. No tiene tiempo para resolver todos tu problemas y además, reinterpretar algo que no le explicaste bien.
Por suerte existe una manera de hacerlos bien específicos: la metodología SMART.
Los objetivos SMART son:
Es una buena práctica escribir los objetivos y ponerlos en un lugar visible porque claro, tendemos a olvidarlos. Pero no olvides que si bien anotarlos implica una intención, lo que los pone en marcha que es que los hagas, que los concretes en acción.
No sirve de nada escribirlos si sólo quedan en el papel.
Por eso te sugiero que, además, los compartas. Compartirlos te generará un doble compromiso, con vos mismo y con los demás. Si no los compartís y no los alcanzás, nadie se entera. Pero si los compartís y no pasa nada, alguien podría preguntarte en un tiempo en qué quedaron tus objetivos, y aunque te parezca incómodo, el sentimiento de culpa es uno de los mayores motivadores que existen.
Y recordá: que no cumplas un objetivo al 100% no quiere decir que fallaste. Que no lo cumplas a tiempo, tampoco. Siempre está bueno acompañar tus metas con una dosis de flexibilidad, compasión por vos mismo (una herramienta esencial para los que somos perfeccionistas), resolución y constancia.
Si te desviás, volvé rápido. Si te equivocaste, perdonate, re-acomodate y seguí adelante. No dejes que algunos pequeños errores tiren por la borda tus objetivos de todo el año.
Esta vez, podés hacerlos realidad. 😉
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Ya es hora de cobrar lo que vale tu talento. 😉