Hace muchos años, cuando tenía veintipico, tuve una gran crisis. Fue como un rayo, como algo que me partió al medio. De repente, sin pre-aviso y de la nada, me di cuenta que algún día me iba a morir.
No fue un darse-cuenta así nomás. Fue entender profundamente, por primera vez en mi vida, que el destino inexorable es la muerte y que todos vamos a pasar por eso. Vos, yo, mi familia, mis amigos, la humanidad entera.
No podía soportar la idea.
No estaba enferma, ni nada por el estilo. Supuestamente tenía la vida que todo el mundo quería. Estaba de novia con un tipo genial y era una ejecutiva senior de una multinacional siendo aún muy joven. Tenía muchos amigos, salía y me divertía, lo pasaba bien.
Y sin embargo, no era feliz. Y lo que es peor, estaba terriblemente deprimida.
Lloraba todos los días. Era tanto el llanto al llegar a casa que los pañuelos de papel no daban abasto. Al día siguiente, volvía a mi rutina como todos los días, pero no le encontraba ningún sentido a nada. "Si igual me voy a morir", pensaba, "¿para qué sirve todo esto?".
Un día, alguien me dijo: "Si la idea de la muerte te pone tan mal, es porque no estás viviendo la vida que querés vivir. No estás siendo quien de verdad sos".
Fue un momento de revelación para mí.
Y me encantaría poder decirte que a partir de entonces mi vida cambió, que siempre me dediqué a hacer pura y exclusivamente lo que estaba alineado con quien de verdad soy, que nunca más desperdicié ni un minuto más en cosas que no eran para mí... pero sería una enorme mentira.
Durante mucho tiempo, seguí adelante bastante desviada de quién soy realmente. Por el simple hecho de no saber quién era, porque nunca me había dado permiso para cuestionármelo.
No parecía una pregunta que tuviera demasiado sentido. Porque ya "a esa altura de la vida", todo estaba encaminado.
Y ese es el tema. Vemos la vida en segmentos, usualmente por décadas. Si fuera un viaje en tren por ejemplo, la pensaríamos como los tramos entre cada estación, en vez de mirarla como el viaje completo.
De los 20 a los 30, hay que recibirse, tener una pareja estable, tal vez casarse, crear una empresa exitosa. De los 30 a los 40, haber formado ya una familia, consolidarse profesionalmente, empezar a ahorrar para el futuro. A los 50s, estabilidad económica, hijos más grandes, más tiempo para viajar y hacer más cosas que me gusten. A los 60s retirarse, quizá ya nietos, por ahí empezar algún hobby.
Las metas las asociamos con edades, y una vez que la edad pasó, pensamos que ya perdimos la oportunidad. Que ya es tarde. Que se nos fue el tren.
Bueno, ¿sabés qué?
Lo que pensás que podés hacer y cuándo podés hacerlo no es más que un condicionamiento cultural. Son sólo opiniones, la mayoría de las veces impuestas desde afuera, con respecto a cómo deberías comportarte. Es algo que aprendiste.
Las reglas que te frenan de hacer lo que de verdad querés las adoptaste de otras personas.
Todos estamos pre-programados con condicionamentos culturales que dictan qué podemos hacer y cuándo.
Con esos condicionamientos, que son cosas que aprendimos de nuestro contexto, juzgamos después lo que los demás comparten en sus redes sociales, las decisiones que toman, los lugares que visitan, la ropa que usan, los amigos que tienen, las cosas que hacen, y lo alineamos con lo que creemos que deberían estar haciendo en cada década para definir si son felices o no.
Y claro. Nos juzgamos también a nosotros mismos.
¿Pero quién dice qué te funciona vos en este momento en particular de tu vida? ¿Te lo dice algo que aprendiste quién sabe de quién, y cuándo? ¿O te lo decís vos mismo, con total convicción?
Hacete dueño de tu vida. Recuperá tu vida hoy, ya, ahora mismo. Ponete en marcha para hacer eso que querías hacer hace 25 años. O anteayer. O eso que se te ocurrió en este mismo instante.
No dejes que los límites imaginarios de las décadas te frenen. No dejes que bordes ficticios restrinjan cualquier cosa que quieras hacer.
Subite a tus ganas y convertite en el maquinista de tu propio tren, para que te lleve donde vos querés ir.
Y si estás dando vueltas para encarar ese trabajo que es para vos, ese trabajo con sentido que te hará levantarte feliz y con ganas cada mañana, que te hará sentir realizado, sumate a los próximos Monetiza tu Magia y empezá a re-conectar con tu propósito.
Nunca es tarde. Jamás es tarde para hacerlo, para decirlo, para lograrlo. Nunca es tarde para ser quien de verdad sos.
Estos son sólo algunos ejemplos de "late bloomers", personas que se dieron permiso para ser quien de verdad son y alcanzaron el éxito en la vida un poco más tarde que lo socialmente aceptado.
Ya es hora de cobrar lo que vale tu talento. 😉