En mi trabajo de todos los días me encuentro con muchas personas que tienen una idea de negocio y que luchan consigo mismas para concretarla. Sienten miedo y dudan si estará bien, dudan que sea la idea perfecta para ellos, dudan que algo pueda salir mal.
¿Y sabés qué? Está bien tener miedo. Y es más. Es posible que esos miedos se hagan realidad.
Porque cuando estás haciendo algo por primera vez, es muy probable que al principio no lo hagas bien.
Vas a cambiar de idea muchas veces. Vas a cambiar de dirección muchas veces. Primero vas a ir para acá, después para allá. Te vas a frustrar muchas veces. Te vas a equivocar. Vas a tener incertidumbre.
Si sos humano, te va a pasar.
Y acá viene la otra gran revelación: esto te va a seguir pasando.
Pasa cuando arrancás y pasa también cuando tu empresa tiene cinco años, y cuando tiene diez, y cuando tiene veinte. Si tenés la capacidad de escuchar a tus clientes, de adaptarte a tu mercado, si te interesa lo que le pasa a tu nicho, si estás atento a tu entorno macro-económico, a la situación de la región donde operás y al mundo, estás permanentemente aprendiendo. Y para aprender, antes tenés que no saber, tenés que dudar, y te vas a frustrar.
Cualquier persona que tenga éxito, cualquier coach, profesional independiente o consultor al que le haya ido bien durante un tiempo, te va a decir lo mismo: hacer negocios es un eterno proceso de aprendizaje. Y el miedo siempre va a estar ahí.
Sí, hacer negocios es así. Tener miedo es parte del proceso de aprendizaje. Es parte de crecer.
Buenísimo. Entonces, ¿qué hacemos?
Empezá sabiendo que te vas a equivocar y sabiendo que equivocarte está bien, que es parte de crecer y aprender.
Comenzá dándote permiso para fallar, para capitalizar esa experiencia, entendiendo que lo harás mejor la próxima vez.
Las personas que triunfan son las que tienen miedo e igual lo hacen. Son las que se equivocan y entienden que de eso aprenden. Son las que saben que un éxito es el último paso después de haberlo hecho mal muchas veces.
Y acá podría terminar este artículo, porque el mejor consejo que puedo darte es que lo hagas igual, aunque no te sientas preparado.
Pero te había prometido al principio cinco consejos. Así que aquí van otros cuatro que te pueden ayudar aún más.
Hay una gran diferencia entre miedo e incertidumbre.
El miedo es externo. Eso algo concreto, algo tangible, algo que se genera en el exterior, que está totalmente asociado con el momento presente. Ejemplo, hay un león hambriento a 5 metros de donde vos estás. ¿Creés que te va a comer en los próximos 5 minutos? Eso es miedo.
La incertidumbre es interna. Se genera en tu mente, afecta tus emociones y tu cuerpo y se proyecta hacia el futuro. Ejemplo, querés empezar un nuevo negocio, pero no sabés si te va a ir bien. ¿Es un miedo tangible, como que te coma el león? ¿O es un miedo mental basado en probabilidades poco medibles, que se originan en vos? Si tu "miedo" es sólo mental y si te estás anticipando a algo que aún no sucedió y que tiene más probabilidades de no suceder que de pasar, es incertidumbre.
Y como diría uno de mis maestros: tenemos que aprender a danzar con la incertidumbre, no queda otra.
Date cuenta que es algo que se origina en tu cabeza, que es una historia que te estás contando de algo que podría no ocurrir, de otros temores que te conectan con situaciones previas donde pudiste haber fallado. Tu mente encendió una señal de alarma y te quiere proteger. Aunque posiblemente no necesites realmente esa protección.
¿Y entonces, qué hacés?
Da un paso, fijate si funciona. Seguí. Da otro paso, fijate si no funciona, recalculá. No esperes tener claro todo el camino hasta la meta final.
Y no esperes tampoco no sentir miedo ni incertidumbre si crecer es parte de tu plan.
Miedo, incertidumbre, aprendizaje y crecimiento van de la mano.
Esto aplica para todos, pero para los perfeccionistas es particularmente importante. Así que si sos de los que quieren que todo esté perfecto todo el tiempo, leé con mucha atención.
Cuando empezás a hacer algo, lo vas a hacer mal. Date permiso para hacerlo horrible al principio. Es parte de aprender, nadie nace sabiendo.
Mirá a los chicos. Lo hacen mal muchas veces, hasta que aprenden. Se frustran, e igual siguen. Cuanto más chicos, esto más real. Un bebé jamás aprendería a caminar si no se cayera mil veces.
Los grandes nos creemos que tenemos que hacerlo todo bien desde el primer intento. Sólo por el hecho de ser adultos.
Bueno, ¿sabés qué? NO ES ASÍ.
Date permiso para hacerlo mal.
Y por favor, no te compares con otros. Igual de esos caballos que corren con anteojeras, ponete vos anteojeras y seguí directo hacia tu destino. No te distraigas, no mires para el costado, no vivas observando todo el tiempo lo que hacen los demás.
Ellos están corriendo su propia carrera, y cada uno va a su ritmo. Vos corré la tuya, con tu propósito como meta.
¿Sabés cuál es la emoción del emprendedor? La audacia.
El emprendedor es audaz porque la audacia lo lleva a actuar a pesar el miedo, tomando la iniciativa.
Y si me vas a decir que vos no sos audaz, mejor ahorrate las palabras. No se es audaz o "no-audaz, no nacemos con eso, no es algo que nos viene dado. Es algo que se entrena, que se practica.
Cuando empezás algo nuevo, siempre hay riesgos.
Si querés tener un negocio, tenés que asumir riesgos. Te podés equivocar, podés perder dinero, podés sentir vergüenza, podés agarrar el camino incorrecto, podés malgastar tiempo... tanto puede pasar. El tema es que si no empezás, nunca vas a hacer lo que querés hacer.
Y acá vamos de nuevo. Para empezar, tenés que estar dispuesto a hacerlo aunque no te sientas listo, aunque no estés preparado, aunque tengas miedo e incertidumbre. Y para eso tenés que sobreponerte y agarrarte fuerte de la audacia, y hacerlo igual.
Lo bueno es que si empezás, vas a pasarte al bando de los audaces, de los hacedores, de las personas que concretan cosas.
Vas a ser de esos que asumen riesgos, que prueban. Vas a ser quien persigue sueños y los concreta.
Constancia. ¡Qué palabra embole! (para mí, al menos).
Si tenemos que ser constantes es que no estamos del todo cómodos todavía.
El comienzo de cualquier cosa nueva que hagas es el peor momento. Incertidumbre, dolor de panza, ganas de no hacerlo. Quizá hasta transpires demasiado. Quizá no te salga la voz, o tal vez grites. Por ahi te tienta la idea de poner excusas para cancelar o reprogramar para otro día (quién no lo hizo alguna vez).
Pero como ya sabés que lo mejor es hacerlo de todos modos, aunque no estés listo... lo vas a hacer aunque no estés listo.
Y después me vas a odiar. Vas a tener un ataque de vulnerabilidad que te va a hacer recordar este posteo y querer gritar a los cuatro vientos que nunca, pero nunca más en tu vida, vas a volver a pasar por una situación como esa (o leer nada de lo que yo escriba).
Claro, esto en el peor de los casos. Acá te estoy pintando la peor situación, otros escenarios son mucho mejores.
No todo es tan terrible. Porque aunque la primera vez lo hayas pasado mal, igual vas a saber que estás aprendiendo, y que fallar es parte del recorrido. Y lo vas a hacer de nuevo. Y otra vez. Y una vez más. Y la quincuagésima vez que lo hagas (eso es, la vez 50), te prometo que te va a resultar mucho más fácil que la primera.
¿Que ya llegaste a la vez 51 y seguís sintiendo mariposas en la panza? Bueno, las mariposas nunca desaparecen del todo cuando algo te interesa mucho. La clave está en que esas mariposas vuelen en formación. Y cuanto más practiques y más constancia tengas, más vas a aprender.
Y a mayor aprendizaje, mayor confianza.
Si querés que te ayude a construir tu confianza y a hacerlo igual aunque te de miedo, si querés que te acompañe a encontrar tu trabajo con propósito y monetizar tu magia, si sentís que ya llegó el momento de ganar plata haciendo lo que te gusta (aunque no tengas idea de por dónde empezar), puedo guiarte en un paso a paso con mi programa Monetiza tu Magia.
El mundo necesita tu talento, ¡nunca lo olvides!
Ya es hora de cobrar lo que vale tu talento. 😉